Me pediste que lo controlara, que podía hacerlo. Te juré libremente que ya lo hacía, lo que no sabías; es que me rompiste el corazón y mis ojos no quisieron callarlo, sin embargo mantenía la presión al controlar mi lengua quieta y la boca cerrada, mientras mis manos consolaban a toquecitos mi pecho.
A lo mejor lo controlé bien, porque esa noche descansaste como siempre, mientras yo cargaba en vela el insomnio de que te libraste al no darte cuenta.
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